sábado, 17 de noviembre de 2012

proyectos educativos del siglo 19



Los proyectos educativos
del siglo xix: México y la
construcción de la Nación

Introducción

La política educativa que hoy día se aplica en los diferentes espacios y ámbitos educativos del país resultaimpensable si desconocemos o ignoramos su pasado histórico, es decir, su memoria; el presente artículotiene por objeto presentar algunas ideas, planteamientos y propuestas que dieron origen a la construcción deproyectos educativos a lo largo delsiglo xix; a partir de este material seanaliza la destacada labor de profesores,pedagogos, políticos y educadoresinteresados en la educación
del país.El siglo xix resulta de gran importanciay yo diría que es fundamentalpara comprender la construcción deun sistema educativo moderno organizadoy dirigido por el Estado. Deallí la pertinencia de hablar de los
orígenes de la política educativacontemporánea.Iniciativas y ensayos educativos:la construcción de la nación mexicana, 1821-1854El año de 1821 marca el inicio de lavida independiente del país; el momento resulta complejo y difícil pueses necesario imaginar a la nación ydar paso a su construcción; las propuestas
son variadas pues son elreflejo de los actores políticos involucradosen el moviendo independen tista; borbonistas, iturbidistas, insurgentesy liberales, cada unos de estosgrupos con diferentes visiones culturales
e ideológicas; sin embargo,existe un punto que los une e identifica,el educativo; las declaraciones
gubernamentales de la época ilustranel punto: “Nada puede contribuirtanto a la prosperidad nacional,como
la ilustración pública y la acertadadirección que se dé a la juventud”,declara en 1823 el Supremo Poder
Ejecutivo de la joven República.1Más tarde, Guadalupe Victoria declara:“La ilustración sirve para la existenciade las naciones, las educa y lasconserva”. Bajo esta misma línea,Vicente Guerrero declara: “Convencidode que las luces preparan y hacen
triunfar el imperio de las libertades,abriré todas las fuentes de la instrucciónpública. Los gobiernos populares,
para quienes es un interés que lospueblos no vivan humillados, se apresurana dar a las artes y las ciencias
el impulso que tanto les conviene”.2 podemos ver que este interés se
vincula con la necesidad de impulsarel progreso, la libertad y la razón
en la joven nación, pero esto no será suficiente: habrá que impulsar acciones más concretas.Ya el gobierno de Agustín deIturbide, en 1822, intenta considerarel tema educativo; sin embargo, care1
François Xavier Guerra, México del antiguo régimen a la revolución, 1995, México, fce, p. 394.
2 Ibid.
ce de fondos suficientes para apoyar
un proyecto amplio, por tanto, éste
queda en manos de la Compañía
Lancasteriana,3 la cual debía fundar
con el tiempo escuelas elementales
y normales; el Estado quiere impulsar
la educación, pero no cuenta con
los recursos necesarios; por ello, deberá
valerse de instituciones alternas
que apoyen esta iniciativa.
El primer ensayo educativo se
presenta en el año de 1823 bajo el
gobierno del Supremo Poder Ejecutivo,
Proyecto de Reglamento General
de Instrucción Pública; en su art. 1°
se anota que la educación ha de ser
pública y gratuita. El art. 3°, todo ciudadano
tiene derecho a instruirse; nadie
ha de pagar por ella, y la instrucción
será uniforme y por los mismos métodos
y tratados elementales. Art. 6°,
se suprimen los gremios de maestros,
pues todo ciudadano tiene facultades
de formar establecimientos de instrucción.
Arts. 11° y 12°, la Instrucción
Pública estará a cargo de una
Dirección Nacional. Art. 33°, prescribe
que se establezcan escuelas
públicas de primeras letras para instruir
a los niños y formar sus costum-
3 La Compañía Lancasteriana fue fundada en
el año de 1822; los fundadores fueron: doctor Manuel
Codorniú, licenciado Agustín Buen Rostro, Manuel
Fernández Aguado, coronel Eulogio Villaurrutia
y profesor Nicolás Germán Prissete, sustituido
éste más tarde por el profesor Eduardo Turreau
de Linieres. La primera escuela de la
Compañía fue ubicada en el local de la Antigua
Sala Secreta de la Inquisición.

bres en utilidad propia y provecho de
la nación.4 Así mismo, se establece un
currículo para la primaria; en éste, se
presentan las asignaturas de lectura,
escritura, aritmética, geometría, gramática,
catecismo religioso y moral,
dibujo y dos materias fundamentales
para el nuevo Estado: Constitución del
Estado y Catecismo Político, es decir,
se da un espacio al tema cívico y por
tanto a la formación (si bien incipiente)
de ciudadanos.
Este proyecto consideró la educación
de las niñas y de los adultos
y se ordenó la creación de escuelas
para atenderlos.
La educación de primeras letras
fue la prioridad del gobierno, es decir,
la que atendía la enseñanza de la escritura
y la lectura fundamentalmente,
aunque también se dio atención a la
educación superior; las carreras establecidas
fueron: teología, jurisprudencia
canónica y civil, medicina, cirugía
y farmacia y ciencias naturales.
Las buenas intenciones de Pedro
Celestino Negrete, Nicolás Bravo y
Guadalupe Victoria fueron eso: un
excelente propósito que no se llevó a
cabo; la razón fue la falta de recursos
económicos,
maestros y espacios escolares.
A los pocos meses se instauró la
República Federal y se promulgó una
4 Ver Ernesto Meneses, Tendencias educativas
oficiales en México, 1821-1911, 1998, México,
Centro de Estudios Educativos y Universidad
Iberoamericana, p. 94.
nueva constitución política y un nuevo
plan educativo que se dio a conocer
en 1826.
Fue la segunda propuesta educativa;
nuevamente encontramos la
insistencia de que la instrucción
pública se dé en establecimientos
destinados para tal efecto; se presentó
un currículo para primaria, que
incluía prácticamente las mismas
asignaturas que el anterior, aunque
destacan la inclusión de las materias
de moral y urbanidad; además,
se incluye una nueva materia: “Conocimientos
de Derechos
Civiles”. Se
continúa con el tema cívico, tan necesario
para una nación en ciernes. La
instrucción es obligatoria y se llevará
según el método lancasteriano. En el
Distrito Federal son los ayuntamientos
los encargados de impartir esta
educación: por cada pueblo de 100
familias deberá establecerse una escuela;
los maestros serán seleccionados
según lo acordado por el ayuntamiento;
las plazas de instrucción
se otorgarán por examen público ante
un comité elegido por esta instancia
y éste se validará cada dos años.
Respecto de la escuela preparatoria,
ésta enriquece su currículo con
materias un tanto científicas, como mineralogía,
geología, botánica, zoología
e incluye gramática de lenguas
antiguas. Por su parte, la formación
profesional se vería apoyada con recursos
como bibliotecas, colección de
mapas, laboratorios y seis escuelas
de ciencias aplicadas: artillería, ingeniería,
canales, minería, puentes, caminos,
ingeniería geográfica y construcción
naval. El proyecto ofrecía
grandes posibilidades; sin embargo,
tenía un problema: carecía de fondos
y no señalaba la manera de sostener
tan ambicioso proyecto.
La situación económica del país
impidió que estas iniciativas en materia
educativa se pusieran en práctica;
se dieron reajustes y, para 1827,
surge un tercer plan educativo, el cual
busca nuevamente y con muy buenas
intenciones impulsar la educación
pública en el país; se precisa que todo
ciudadano debe saber leer y escribir,
además debe fortalecer la formación
en urbanidad y civilidad; para ello
se incluyen las materias de urbanidad
y catecismo político; ambas materias
estuvieron unidas de alguna manera
al buscar como objetivo la formación
de buenos ciudadanos que respetaran
las reglas de la sociedad urbana; dichas
materias compartieron espacios
comunes prácticamente durante todo
el siglo xix.5
En su art. 2° se indica que el
número de escuelas se adaptará a
la población de las parroquias; además
se habla de un cuerpo de inspectores
que deberá supervisar las escuelas.
Los maestros serán examinados; se
5 Al respecto, ver los trabajos de Valentina Torres
Septién y Jesús Marqués.
fijan sueldos de $100.00 para los
maestros y $83.00 para las maestras.
El art. 13° establece
que la enseñanza
es gratuita.6
Para 1832, durante la gestión de
Anastasio de Bustamante, el Sr. Valentín
Olaguíbel presentó ante la
Cámara de Diputados un nuevo ensayo
educativo, Proyecto sobre arreglo
de la Instrucción Pública; en este documento
se reconoce la difícil y penosa
situación por la que atraviesa
la instrucción pública en el país, la
cual es el resultado de la inestable
situación política y económica; de
allí, que se plantee un plan sencillo
y económico para la educación.
En su art. 1° se anota: La enseñanza
costeada por fondos públicos será
pública, gratuita y uniforme.
Art. 2°. La enseñanza privada
será libre, se impedirá que se enseñen
doctrinas contrarias a la religión católica,
la buena moral o contrarias a
la Constitución.7
El currículo de primaria para
niños incluye la materia de principios
elementales de religión y de moral,
y el de niñas incluye sólo materias
propias de su sexo: lectura, escritura
y aritmética; por supuesto, urbanidad
y religión, y se suprime “Nociones
de la Constitución”. Para el nivel
de preparatoria se eliminan once
materias y sólo queda con cinco. Finalmente, en su art. 172° se indican
las funciones de la Dirección General
de Instrucción Pública: velar por la
enseñanza pública y cuidar que se
observen los reglamentos.
Este proyecto efectivamente fue
extremadamente sencillo, austero y
conservador; tanto que al año siguiente
es cancelado; en 1833 se
desata la gran polémica en torno a la
iniciativa liberal de educación laica;
el vicepresidente
Valentín Gómez
Farías presentó una fuerte reforma
educativa en la cual destacan los siguientes
artículos: 1°. Se suprime la
Universidad de México y se establece
una Dirección General de Instrucción
Pública para el Distrito Federal
y los territorios de la federación, la
cual tendrá a su cargo todos los establecimientos
públicos de enseñanza;
será la encargada de nombrar a los
profesores de los ramos de enseñanza;
así mismo será la encargada de elaborar
los reglamentos
y designará los
libros elementales de enseñanza. Se
indica que todos los gastos derivados
de la instrucción pública serán pagados
por el gobierno. Esta reforma da
prioridad a la enseñanza primaria y
normal, pues son espacios fundamentales
para la formación de ciudadanos
y para la formación de cuadros
para la enseñanza.
Con esta reforma educativa el
grupo liberal avanza, sus planteamientos
están sobre la mesa: la libertad de
enseñanza, la eliminación y distanciamiento
de la Iglesia católica en
temas educativos y la presencia del
Estado como el único que debe asumir
el control de la educación. Las
ideas que nutren el pensamiento del
cambio educativo están en el gran
ideólogo José María Luis Mora, para
el cual era indispensable establecer
“una enseñanza absolutamente independiente
del clero, enseñanza controlada
por el Estado, enseñanza que
trasmitiera el dogma liberal”;8 sólo
así se podría avanzar en la conformación
de los nuevos ciudadanos que requería
la nación, por supuesto, liberal.
El momento político no era el
apropiado para impulsar una reforma
educativa liberal; la reacción no tardó:
el presidente Sana Anna no apoya la
iniciativa; ante las fuertes críticas y
reclamos, en 1834 derogó la reforma
y prácticamente pidió disculpas a
la sociedad conservadora del país;
los ayuntamientos vuelven a ser los
encargados de las escuelas de primeras
letras.
Los cambios en materia educativa
continúan y se presentan nuevas
propuestas, aunque en esencia se
mantienen las mismas premisas,
unas defendidas por conservadores
y otras por liberales. En 1842, se expedía
un nuevo decreto que declaraba
la educación obligatoria entre los
7 y los 15 años; además, debía ser
gratuita. Se daba a la Compañía Lancasteria
la Dirección General de
Instrucción Primaria; con el cambio
constitucional este ensayo fue derogado
y para 1843 se redactó un nuevo
ensayo educativo a cargo de Manuel
Baranda y se anota “dar impulso a la
instrucción pública, uniformarla y hacer
efectiva su mejora y progresivos y
firmes sus adelantos”.9
La situación del país para la década
de los cuarenta era de caos, inestabilidad,
crisis económica, intervenciones
extranjeras, guerras, etc. y aún
así, en medio de la total anarquía y
de los constantes enfrentamientos
entre liberales y conservadores, se
presentaban y debatían nuevos proyectos
educativos, muchos de ellos
sumamente completos y ambiciosos.
Con el fin de la dictadura santanista,
en el año de 1855, el país continúa
en su intento por consolidar un
proyecto de nación; sin embargo,
aún está por definirse la línea política
que tomara las “riendas del país”.
Los liberales y el proyecto
educativo: vientos de cambio
“A partir de la segunda mitad del
siglo xix los liberales concentraron
sus esfuerzos en diseñar un proyecto
educativo moderno bajo la dirección
del Estado. La idea central era formar
a los niños en la escuela, es decir,
contar con una educación formal, la
cual debía de atender de manera
especial la formación cívica del
niño”.10 Siguiendo esta línea, François
Xavier Guerra, señala que:
A través de la escuela se trasmiten
los cimientos ideológicos de
la enseñanza liberal: formar ciudadanos
leales e industriosos. Es decir,
individuos políticos nuevos,
leales a la nación, que actúen como
agentes económicos autónomos.11
Por tanto, todas las iniciativas
estarán encaminadas a lograr dicho fin.
Los años que van de 1856 a 1867
constituyen un período de gran actividad
en materia de legislación educativa.
Juárez, a la cabeza de un destacado
grupo de liberales, consideraba
más que urgente pasar de las meras
iniciativas a la normatividad en materia
educativa; sin embargo, mucho
de lo propuesto ya se había planteado
anteriormente, pero ahora se daba
fuerza a estas ideas al incluirlas en la
Constitución de 1857. El tema educativo
quedó incluido en el art. 3°:
“La enseñanza es libre; la ley deter-
10 Rosalía Meníndez, “Nacionalismo y patriotismo,
fundamentos para la formación de ciudadanos:
los libros de texto de civismo para educación primaria,
1876-1921”, en Las disciplinas escolares
 qué profesiones necesitan
título para su ejercicio y con que requisitos
se debe expedir”.
En 1856 se establece la secundaria
para niñas, importante iniciativa
que coloca la primera piedra en la
construcción de la formación de las
futuras maestras; para el año de 1857
se dan las bases para la fundación de
escuelas normales.
Después de concluir la guerra de
Tres Años, en 1861 se promulga La
Ley de Instrucción Pública para el
Distrito Federal y los Territorios Federales,
la cual establece un nuevo
plan de estudios para la educación primaria;
los aspectos de orden cívico
son considerados en la asignatura
“Lectura y leyes fundamentales”; es
evidente el interés de los liberales
por dar a conocer la nueva legislación
liberal entre los niños. En este mismo
plan, las asignaturas “catecismo religioso”
e “historia sagrada” son eliminadas
definitivamente del currículo
escolar por obvias razones como
consecuencia de la separación de
la Iglesia del Estado suscitado en el
año 1859; en su lugar, se establece la
materia de “moral”, que se aboca a
la enseñanza de los principios morales
y que se mantendrá hasta finales
del siglo xix.13
La línea estaba trazada; como lo
anota Josefina Vázquez: “había que
arrancar la educación de las garras
del clero y difundir ampliamente la
enseñanza”. La política educativa
liberal avanza, y en 1867, se presenta
La Ley Orgánica de Instrucción
Pública,
la cual señala que la instrucción
pública es gratuita para los
pobres y es obligatoria; la enseñanza
religiosa desaparece totalmente, por
lo menos en la legislación. Dos años
más tarde se publica La Ley Reglamentaria
de Instrucción Pública, que
establece la creación de la Escuela
Nacional Preparatoria, así como una
serie de cambios en los planes del
nivel primario y preparatorio.
El escenario educativo se había
transformado, aunque básicamente
en materia normativa; la realidad
educativa aún estaba es espera del
gran cambio; se requería de un presupuesto
importante para transformar
la precaria educación del país.
Los esfuerzos fueron constantes y no
se veía el desánimo entre los convencidos
de las bondades de la educación.
Ernesto Meneses señala que, desde
1823 hasta 1865, se aplicaron ocho
planes de estudio para primaria, en los
cuales las asignaturas básicas eran:
Lectura, Escritura, Aritmética y Catecismo
Político; es decir, la enseñanza
de materias básicas para la formación
elemental, pero también algunas nociones
de educación cívica; todo ello
fue considerado por los políticos e
interesados en promover un proyecto,
programa o solo algunas líneas sobre
la educación. Así, desde que México
obtuvo su Independencia,
el tema ha
estado sobre la mesa.
Con la Restauración de la República
en 1867, las asignaturas de
Urbanidad y Moral tuvieron a su cargo
la formación de valores en el niño; al
mismo tiempo se incluyó Rudimentos
de Geografía e Historia; la formación
cívico-histórica del futuro ciudadano
avanzaba sobre camino firme,
los liberales contaban ya con la base
normativa para la construcción del
gran proyecto educativo liberal. Porfirio
Díaz será el arquitecto de la modernidad
educativa del México de
entre siglos.
La modernización y el proyecto
educativo del Porfiriato
El proyecto educativo del Porfiriato
es uno: la modernización de la educación,
con la idea de establecer un
sistema educativo nacional, federal,
uniforme, homogéneo, racional, laico
y controlado única y exclusivamente
por el Estado.
Porfirio Díaz procuró, por diversos
medios, transformar la sociedad
que había recibido y convertirla en
moderna, siguiendo para ello el ejemplo
de los países avanzados; el orden
y el progreso, premisas básicas del discurso
positivista y del mundo industrial
en ascenso, nutrieron el contenido
de la modernidad. Para lograr este
objetivo, resultaba necesario e indispensable
contar con un Estado nuevo;
en este sentido, el pensamiento positivista
ofreció importantes elementos
para su conceptualización: el orden
sólo podía ser alcanzado por un Estado
fuerte donde el presidente concentrara
amplios poderes y ejerciera un control
total sobre la sociedad; la libertad
política sería sacrifica en aras de la
evolución social. El trabajo del grupo
en el poder se centró en consolidar
un Estado poderoso que tuviera las
posibilidades de impulsar y sostener
un proyecto de nación; para ello, era
necesario modificar las estructuras
políticas y económicas vigentes. Para
lograr tan ambicioso objetivo, había
que transformar la sociedad y qué
mejor manera que por medio de una
educación
moderna, libre, gratuita,
obligatoria
y uniforme.
La mayoría de los educadores y
pedagogos de la época15 concebían
15 Enrique C. Rébsamen,Luis E. Ruiz, Ezequiel
Chávez, Justo Sierra, Enrique Laubscher, Gregorio
Torres Quintero, Rosaura Zapata, Estefanía
Castañeda, Miguel F. Martínez, Manuel Zayas
Francisco Cosmes, entre muchos otros.

la educación moderna como una educación
racional, científica, objetiva, y
laica; para llevar a cabo el proyecto
modernizador resultaba indispensable
que las escuelas fueran modernizadas
en sus espacios, mobiliario,
contenidos curriculares, libros de
texto y maestros; aunado a esto, la
educación
debía lograr la uniformidad,
homogeneidad y obligatoriedad
en todo el país, pues sólo así se lograría
una exitosa difusión del discurso
liberal
en todas las escuelas. El proyecto
era claro, los actores estaban en
el escenario: maestros, educadores,
pedagogos, políticos, ministros y a
la cabeza el presidente de la República,
el General Porfirio Díaz; por
primera vez, la educación tenía un
rostro definido: la modernidad
avalada y sostenida por el régimen
porfirista.
Durante la gestión del Ministro
don Joaquín Baranda (1880-1901),
se logró conformar un proyecto educativo
de corte nacional, con especial
énfasis en la educación primaria y la
formación de profesores; bajo su liderazgo,
se obtuvieron importantes
avances en materia de legislación
educativa,16 pero sobre todo se logró
16 En 1884 se promulgó el Reglamentó Interior
para las Escuelas Nacionales Primarias; en 1887
se crea la Escuela Normal de Maestros; en 1888 se
promulga La ley de Instrucción Primaria y se dan
varias reformas al Plan de estudios de Educación
Primaria; en este mismo año se promulgó La Ley
de Enseñanza Obligatoria.
la organización y realización de los
Congresos de Instrucción Pública,
celebrados en la ciudad de México
durante los años de 1889-1890 y
1890-1891. La celebración de los
Congresos educativos marcó un
parteaguas en la educación del país;
se puede decir que, a partir de ellos,
la educación inició realmente un proceso
de modernización en diversos
ámbitos.
La segunda mitad de la década
de los ochenta del siglo xix representó
un momento particularmente
especial, pues durante estos años
se esgrimieron una serie de leyes y
reglamentos que dieron paso a la
creación de un marco normativo
para impulsar la modernización de
la educación; bajo esta dinámica, la
educación pública fue especialmente
atendida,
en particular el nivel primario,
aunque también se realizaron
importantes avances para normar la
educación privada.
17 La élite educativa
que rodeaba al General Díaz
buscaba generar nuevos enfoques
educativos con miras a establecer
una educación vinculada con el proceso
de industrialización que se imponía
en el mundo; además, intentaba
formar nuevas generaciones de ciudadanos
trabajadores, sanos y disciplinados.
La vida escolar fue trastocada por
los vientos modernizadores; se dio énfasis
a la reformulación de los planes
y programas de estudio, que dieron
pie a la conformación de un currículo
renovado; el establecimiento de
métodos de vanguardia, retomados
de experiencias norteamericanas; la
puesta en práctica
de actividades
que enfatizaban la parte racional,
científica, cívica y práctica de la
enseñanza; todo ello formaba parte
de un ideal de formación moderna.
Los libros de texto no quedaron al
margen de estas transformaciones;
muy por el contrario, fueron objeto
de atención especial por parte de las
autoridades educativas, de los pedagogos
y de los maestros. Cada disciplina
fue diseñando sus propios libros
de texto, elaborados de acuerdo con
la normatividad establecida, ya que
de no ser así, no tendrían posibilidad
de ser aceptado
en las escuelas.
A partir de 1885, la Escuela Normal
de Maestros se encargó de seleccionar
los textos para el ciclo escolar
correspondiente.
La preparación cívica e histórica
de los niños fue particularmente
cuidada por el Estado liberal; para su
enseñanza se contó con programas
y libros escolares especialmente
diseñados para tal fin; para 1887, el
currículo de primaria incluía una
materia nueva: “Instrucción Moral y
Cívica”; al respecto, Justo Sierra
anota: “en las escuelas primarias de
todos los ámbitos de la nación se formará
no sólo al hombre socialmente
hablando sino al ciudadano mexicano,
inspirado
en los grandes ideales que
la patria persigue”.18 Todos los planes
de estudio posteriores incluyeron e
incluyen la materia de civismo.
La década de los ochenta fue
particularmente
fructífera en materia
educativa, pues en este período se
organizaron dos importantes y fundamentales
congresos: el Higiénico
Pedagógico (1882) y el de Instrucción
Pública (1889-1890), que incidieron
en la reorganización de la
educación primaria en el país; marcaron
el inicio de una serie de reformas
que condujeron a la educación
pública a tomar nuevos caminos.
Para 1888, se publicó la Ley de
Instrucción Pública; las materias
consideradas como básicas en esta Ley
incluían la: “instrucción moral y cívica,
la lengua nacional, la lectura
y escritura, las nociones de cálculo
aritmético y geometría, los elementos
de ciencias fundamentales de observación
y experimentación, datos elementales
de geografía y nociones de
historia natural, dibujo, canto coral,
manejo de los útiles de los oficios
mecánicos, ejercicios gimnásticos,
ejercicios militares (para niños) y labores
manuales (para niñas)”.
estas materias estaban encaminadas
a fortalecer la formación cívica y científica
de los alumnos e implicaron
modificaciones en la estructura del
currículo.
A su vez, esta legislación enfatizó
el carácter de obligatoriedad de
la enseñanza elemental en el Distrito
Federal y Territorios, para varones y
mujeres de 6 a 12 años;20 de fondo
estaba nuevamente el plan para impulsar
una educación unitaria, que
ofreciera los mismos conocimientos
en todas las escuelas públicas; al ser
obligatoria la enseñanza, el discurso
liberal podía fluir más fácilmente.
La década de los noventa resultó
particularmente prolífica para la educación;
se dieron importantes medidas
que fortalecieron el aparato
educativo a cargo del Estado, el cual
tuvo cada vez mayores facultades
para dirigir la enseñanza pública. La
legislación hacía énfasis en los programas
y en los métodos. Al respecto,
la Ley Reglamentaria de 1896 indicaba
en el art. 66°: se establece una
Dirección General de Instrucción
Primaria, á fin de que ésta se difunda
y atienda con uniformidad, bajo un
mismo plan científico y administrativo.
21 Cada materia contaba con su
20 Ley de Instrucción Pública, mayo 23, 1888.
21 “Ley Reglamentaria de la Instrucción
Obligatoria en el Distrito Federal y en los Territorios
de Tepic y de la Baja California”, en Revista
de Instrucción Pública Mexicana, t. I. núm. 9,
julio 15, 1896, p. 257.
respectivo programa, que detallaba
por año escolar las actividades y contenidos
que debían tratarse por grado;
el profesor contaba con una guía para
la enseñanza de los aspectos fundamentales
del programa de estudios,
pero, sobre todo, con los lineamientos
para que impartiera solamente lo
estipulado por la autoridad.
En 1908 se promulgó la Ley de
Educación Primaria, que si bien era
para el Distrito Federal y Territorios,
fue acogida en breve tiempo por todo
el país. Este documento expresa los
intereses del equipo diseñador de la
política educativa22 y, en particular,
la visión de Justo Sierra, responsable
de la educación del país; se destacaban
los aspectos prioritarios de esta
política, que se resumían en tres: el
aspecto moral y cívico, que ahora
adquiría tintes modernos, acordes
con el proyecto de industrialización
que invadía al mundo occidental y que
requería de la formación de ciudadanos
obedientes y disciplinados; y los
aspectos científico y físico.
La política educativa del régimen
porfirista se sustentó no sólo en legislación,
sino que, por primera vez en
todo el siglo xix, se pasó de las buenas
intenciones a las acciones concretas;
 Nos referimos a Justo Sierra, Ezequiel
Chávez, Enrique Laubscher, Enrique C. Rébsamen,
Joaquín Baranda, Justino Fernández, Luis
E. Ruiz, Gregorio Torres Quintero, Julio S.
Hernández, Abraham Castellanos, Estefanía
Castañeda, Rosaura Zapata.
un presupuesto y un espacio político
administrativo propio le dieron la
fuerza para poder esgrimir un fuerte
proyecto modernizador, por supuesto,
éste contó con el aval político de
Porfirio Díaz y con la inteligencia,
compromiso e iniciativas
de maestros,
pedagogos y educadores mexicanos
y algunos de ellos extranjeros, que
ofrecieron grandes aportaciones a
la educación mexicana; destacan:
Enrrique C. Rébsamen, E. Laubcher
y Leopoldo Kiel entre otros. Todo
ello se conjuntó para la transformación
educativa.
Consideraciones finales
El siglo xix da cuenta de una ardua
labor de hombres interesados en la
construcción de una nación imaginada.
Se buscan las ideas de intelectuales,
políticos, maestros, militares
y en general
hombres con ideales a
veces un tanto románticos para transformar
un país tan desigual; sin embargo,
el propio avanzar del siglo con
sus duras sacudidas tranformó sus
ideas, ahora pragmáticas y racionales,
hasta llegar a mirar a la modernidad
como el paradigma de la nación
mexicana.
El caos, la inestabilidad
política y económica no fueron limitantes
para construir un proyecto educativo;
el desánimo no era parte del
siglo, muestra de ello es la cantidad
de documentación escrita a lo largo de
estos años: leyes, decretos, constituciones,
reglamentos, manuales, libros,
y mucho más. El objetivo era claro: se
requería de la educación para construir
y dar sentido
a la nación.
Tanto los liberales como los conservadores
mantuvieron una línea de
unión, a pesar de sus diferencias
ideológicas:
la educación obligatoria
y gratuita; para los primeros, laica;
para los segundos, religiosa; claro
que los caminos se bifurcaron y finalmente
el pensamiento liberal se
plasmó en el proyecto educativo del
porfiriato, el único que logró esgrimir
un fuerte proyecto de modernización
para la educación pública y,
con ello, sentar la base del sistema
educativo nacional del siglo xx. Los
resultados
no estuvieron en la cantidad,
sino en la calidad del proyecto
y en el impacto que éste tuvo en la
formación educativa de los niños y
jóvenes mexicanos
del período de
entre siglos.

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